SCRIBAIN, el padre de la música New Age

La partitura de “Misterio”, obra de arte total (multimedia), concebida para un concierto de siete días de duración, quedó inconclusa. Scriabin (1872-1915) fue incapaz de soportar la idea de que esta gigante pieza orquestal no cumpliera su razón de ser: transformar a la humanidad doliente. El sueño de este pianista y compositor ruso era reunir a miles y miles de personas a los pies de los milenarios Himalaya para hacerlas vibrar de éxtasis y de arte y disolver las diferencias sociales y de prejuicio que entre ellas hubiera por medio de su música enriquecida con teclados que en su ejecución harían un estallido de espectros de luces, colores, fragancias... ahí todos “vestidos en las diáfanas togas blancas de los antiguos arquimandritas quedarían transformados espiritualmente. Bailarines hindúes acompañados por el zumbido de los versos védicos... harían resonar el mantra de mi estética”. Así, decidió dejar este plano de existencia. Pocos músicos han sido tan famosos en vida y tan olvidados después de haber pasado a otro nivel dimensional como Alexander Nikolaievitch Scriabin, artista que entendió la música como una revelación superior impregnada de energía invisible que podría influir en el mundo de los fenómenos. Música y misticismo, indisolublemente unidos que, en su danza, conducirían a la humanidad entera a la salvación. En este sentido se hace inevitable la referencia a Wagner, pero Scriabin va más allá. Alexander Scriabin no pretende que la purificación de la humanidad tenga su sede en el pueblo alemán, ni aun en el suyo, el pueblo ruso. De esta manera trasciende el pensamiento de los nacionalismos de su tiempo y el concepto del universo de los fenómenos para encontrar la redención entre el ser humano (sin distinción de raza, credo u otro prejuicio) y la divinidad. Para este efecto propone como puente la música, es decir, su música. Para él, cada silencio y sonido musical es sinónimo de lo sagrado, de milagro transformado en música, de la partitura que transmuta, que purifica el espíritu, no sabe de otra interpretación, es un músico-místico que por su radicalismo se hace irresistiblemente actual. Scriabin era un convencido que la misión última del ser humano es la trascendencia interior. Su búsqueda espiritual había comenzado a edad temprana, compuso su primera sonata a la edad de veinte años y sobre la partitura escribió unos pensamientos que ya esbozaban semillas de su interés por los asuntos insondables del alma. En algún momento de su vida se encontró con la sabiduría estética y filosófica de Oriente y, muy importante, con el misticismo teosófico de Madame Blavatsky, al que abrazó apasionadamente hasta el final de sus días. Su música, entonces, rompió con Chopin y Liszt para elevarse audazmente a los infinitos de una metafísica que desconcertó a los de su generación. Algunos le llamaron loco, pero admiraban su genialidad. Stravinski dijo que Scriabin era un “enfisema musical”, sin embargo, para muchos críticos es clara la influencia del scrabiniano “Poema de éxtasis”' en “El pájaro de fuego”, del propio Stravinski. Su influencia se nota tanto en la primera sonata para piano de Prokofiev como en las impresionantes puestas en escena del actual músico new age Jean Michel-Jarre. Y es que Scriabin, además de ser el creador del acorde “místico” (también conocido como acorde sintético, mágico o acorde prometeo: C/F#/Bb/E/A/D), había presentido el dodecafonismo mucho antes que Schönberg (encontró antes que este un método de desarrollo de tipo serial) y, en un desborde de intuición, desarrolló un sistema personal de relación entre los estados espirituales y sus correspondencias con las luces, los colores (cromoterapia), sonidos musicales determinados (musicoterapia), perfumes (aromaterapia). De esta manera se adelantaba sesenta años a todos los músicos de su época en la promesa de la tecnología y, desde su particular dimensión creadora, ya imaginaba en su concierto “Misterio” que la combinación de luces de varios colores proyectaría determinadas frecuencias luminosas sobre el auditorio, estas se sincronizarían con los aromas místicos, la danza, la poesía y su música. Así era el Scriabin visionario, irredento, loco, artista, místico, cuando inició en solitario un abrupto sendero de música espiritual y que al partir tempranamente del mundo, sería olvidado por su mismo radicalismo místico escasamente comprendido entonces, para después resurgir en la década de los 60 en la inspiración del primer semillero de músicos de la llamada nueva era quienes, otorgando créditos en desborde a la moderna tecnología, se olvidaron –en parte por algún motivo protagónico y en parte porque la guerra fría impedía a los ciudadanos norteamericanos y a los de la que fuera la Alemania Federal cualquier reconocimiento a la Rusia socialista– en recordar su nombre; pero Alexander Nikolaievitch Scriabin, el que afirmaba “Yo no soy nada; soy Dios”, el Scriabin mago del siglo xix fue, es, sin duda, el padre de lo que hoy conocemos como música new age. F. Fernando Ruiz-Torres.

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